Del Código de Justiniano a la Inquisición: mil años de represión sexual

25.06.2025

¿Cómo pasamos de las leyes del Imperio bizantino al miedo impuesto por los tribunales inquisitoriales en la Europa medieval? La historia de la LGTBIfobia institucional no comenzó con la Inquisición, ni fue solo religiosa: tiene raíces profundas en la unión entre poder estatal, derecho romano y moral cristiana. Esta alianza se selló en el siglo VI con el Código de Justiniano, y se consolidó siglos después en los procesos de la Inquisición, justo antes de la colonización de América.

Justiniano: cuando el Imperio legisla contra el deseo

En el año 529 d.C., el emperador Justiniano I mandó compilar el Corpus Iuris Civilis, una vasta reforma legal que recogía siglos de derecho romano. En ese código, las relaciones homosexuales masculinas fueron condenadas como crimen contra natura, un delito tan grave que merecía tanto el castigo humano como la ira divina. Los culpables podían ser castrados, ejecutados y despojados de sus bienes.

Pero Justiniano no se limitó a legislar. Justificó la represión con un discurso que mezclaba derecho, religión y política: los actos homosexuales eran vistos como causa de terremotos, plagas o decadencia imperial. Así se estableció una narrativa peligrosa: la diversidad sexual no solo era inmoral, sino una amenaza para la sociedad entera.

Este discurso no cayó en el olvido. Por el contrario, fue el cimiento sobre el que se edificaron siglos de persecución legal y teológica.

De la ley imperial al pecado mortal

Con el ascenso del cristianismo en la Edad Media, el derecho romano se transformó en derecho canónico, y el concepto de pecado contra natura se trasladó desde el código civil hasta los púlpitos y los manuales de confesores. Autores como san Agustín y Tomás de Aquino reforzaron la idea de que la sodomía era el pecado más grave después del homicidio, porque violaba el "orden natural" querido por Dios.

En el siglo XII, universidades como Bolonia empezaron a estudiar el Corpus Iuris Civilis, y el derecho justinianeo se convirtió en modelo para el derecho eclesiástico. La homosexualidad dejó de ser solo un crimen civil para convertirse en una herejía moral, una amenaza espiritual que debía ser eliminada.

Y para eso, la Iglesia creó su maquinaria más temida: la Inquisición.

La Inquisición: represión moral con método

La Inquisición nació en el siglo XIII para combatir las herejías, pero pronto amplió su alcance. La sodomía, término que englobaba cualquier práctica sexual no reproductiva (y por tanto disidente), pasó a formar parte de su lista negra. Inspirados en Justiniano, los inquisidores retomaron expresiones como crimen nefando o pecado que clama al cielo, y persiguieron a quienes desafiaban el ideal sexual cristiano.

Los métodos eran brutales: tortura, prisión, delaciones, confiscación de bienes y ejecuciones públicas en autos de fe. La represión era más que castigo: era un espectáculo que buscaba disciplinar los cuerpos y aterrorizar a las almas. Y su radio de acción no fue pequeño: España, Portugal, Italia y sus colonias americanas fueron testigos de esta cruzada moral.

Una herencia que no se desvaneció

La Inquisición dejó de funcionar formalmente en el siglo XIX, pero su lógica de control perduró. Las leyes que criminalizaban la homosexualidad, los discursos que patologizaban la diversidad sexual y los mecanismos policiales de vigilancia moral tienen su raíz en esa larga historia que comenzó con Justiniano. El paso de la ley imperial al dogma religioso creó un modelo de represión que sobrevivió al propio sistema que lo originó.