La excusa de Sodoma contra el amor entre iguales

Sodoma y Gomorra son, probablemente, los nombres más utilizados para justificar la persecución de las personas LGTBIQ+. A lo largo de siglos, iglesias, tribunales y leyes se han amparado en su mito para criminalizar el amor entre iguales. Pero ¿realmente la Biblia describe Sodoma como castigo por la homosexualidad consensuada? La respuesta, leída con rigor, es que no.
Lo que dicen el Antiguo Testamento
Ezequiel 16:49-50 ofrece la interpretación más clara de Sodoma en la Biblia hebrea:
"Esta fue la iniquidad de tu hermana Sodoma: soberbia, hartura de pan y abundancia de ociosidad; y no fortaleció la mano del pobre y del necesitado."
El profeta no menciona sexo, sino falta de hospitalidad, orgullo y desprecio a los vulnerables. Es decir, el pecado de Sodoma fue no acoger al extranjero, no proteger al necesitado, no compartir su abundancia.
También el profeta Isaías 1:10-17 denuncia a los "príncipes de Sodoma" como símbolo de corrupción social y espiritual, relacionando su destino con la injusticia y el abuso del poder:
"Aprended a hacer el bien; buscad la justicia, socorred al oprimido."
No hay rastro de condena al amor consentido entre personas del mismo sexo.
¿Qué dice el Nuevo Testamento?
En el Nuevo Testamento, Mateo 10:14-15 retoma el relato de Sodoma:
"En verdad os digo que el día del juicio será más tolerable para Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad [que no acoja a mis discípulos]."
Jesús vuelve a subrayar la hospitalidad como criterio ético central. No reprende una orientación sexual, sino la violencia y el rechazo al extranjero, igual que Ezequiel.
El mito convertido en coartada
A pesar de estos mensajes proféticos, la tradición cristiana medieval reinterpretó Sodoma como símbolo de toda práctica sexual no normativa, y creó la palabra "sodomía" para perseguir a cualquier persona disidente. Así, la historia de una ciudad violenta y opresora se transformó en herramienta para castigar a quienes amaban de forma diferente.
Esta distorsión caló hondo: alimentó la Inquisición, las leyes coloniales, y todavía hoy sigue apareciendo en discursos de odio.
Y en el Corán, ¿qué pasa?
El Corán también narra la historia del pueblo de Lot (Lut), pero la perspectiva coincide sorprendentemente con los textos proféticos bíblicos. En Corán 29:28-29, se denuncia al pueblo de Lot por:
"acercarse a los hombres con deseo en lugar de a las mujeres, asaltar los caminos y cometer actos reprobables en sus reuniones."
Muchos estudiosos musulmanes progresistas destacan que el Corán habla aquí de abuso sexual, violación y bandidaje. Exactamente la misma lógica de Ezequiel: Sodoma (o el pueblo de Lut) no es condenado por el amor libre y consentido, sino por la violencia, la humillación y la destrucción de la hospitalidad.
Al igual que en la Biblia, el Corán asocia el castigo a la ruptura de los valores de justicia, hospitalidad y cuidado del débil, no a la orientación sexual como identidad.
Hacia una lectura ética
Tanto los textos judíos, como los cristianos y el Corán, señalan que la raíz del problema de Sodoma fue la injusticia, la arrogancia y el abuso del poder. La violencia sexual colectiva descrita en Génesis 19 no es equiparable a una relación afectiva entre adultos que se eligen libremente.
Aplicar esta misma mirada profética al Corán significa recuperar el mensaje de misericordia y hospitalidad que atraviesa la tradición abrahámica. Hoy, voces musulmanas inclusivas reivindican esa interpretación compasiva, entendiendo que el Corán no condena el amor entre iguales, sino la explotación, la coacción y la negación del prójimo.
Conclusión: desarmar el mito
La verdadera enseñanza de Sodoma —en la Biblia y en el Corán— no habla de un castigo divino contra la diversidad sexual, sino de la destrucción que produce la injusticia y la falta de hospitalidad. Transformar ese relato en un arma homófoba ha sido un error histórico con consecuencias dolorosas para millones de personas LGTBIQ+.
Hoy, romper el mito de Sodoma es también abrir caminos hacia una espiritualidad reconciliada con la dignidad humana. Tanto creyentes cristianos como musulmanes pueden reencontrar, en sus propias fuentes sagradas, un mensaje claro: el amor, libre y consentido, no es el pecado de Sodoma.